domingo, 31 de julio de 2011

Adiós a Lichi y condolencias a Fefé



No me cabe duda alguna de que el mejor recuerdo que mi mujer, María, tiene de La Habana es un colibrí aleteando en la ventana de una casa. Esa casa está en el centro de la ciudad, en una esquina de El Vedado. Allí, el gran poeta Eliseo Diego escribió buena parte de su obra. Era su despacho y hoy es la vivienda de su hija Fefé.
El colibrí se acercaba a las rejas cada tarde, a libar de un pote de miel que Fefé tenía colocado con toda intención. María, una chica de ciudad, de Barcelona, no estaba preparada para ese espectáculo.
Fefé nos habló de su hermano mellizo, el único que le quedaba entre la familia de primer grado de consanguinidad. Eliseo Alberto (Lichi), también poeta como su padre, narrador y cineasta, vivía proscrito en su exilio mexicano, luego de haber sido declarado Persona Non Grata por la oficialidad cultural castrista , con la publicación de sus tempranas memorias Informe contra mí mismo (Alfaguara, 1997).
Fefé estaba muy triste: En esa isla, la que muchos añoramos desde lejos, había perdido casi todo. Le quedaba, además de algunos amigos, la ilusión de preservar los panteones familiares, en el deteriorado Cementerio de Colón. Muy tímida pero con las ideas claras, Fefé camina todos los días bajo el sol hasta el cementerio, unos tres kilómetros. Lleva flores, aparta hojas secas y pone al día su árbol genealógico en los archivos de la institución habanera.
Parece como si la muerte le acompañe siempre, y, para paliar, recibe las visitas vespertinas del colibrí.
Le conté, de pasada, que los restos de mi padre habían ido a parar a una fosa común, por culpa de ciertas negligencias familiares. Entonces me ofreció, cuando lo exhumaran, dos años después, llevarlo a una de sus bóvedas, donde, casualmente, descansan sus antepasados catalanes. Y así fue: Dos años más tarde viajé a Cuba únicamente para realizar el traslado.
Como se podrá entender, un ofrecimiento de ese tipo no tiene manera de compensación, aunque ella misma no acepta nada a cambio.
Ayer domingo, a los 59 años, moría su hermano Lichi en México, debido a una insuficiencia renal. Yo a Lichi no lo conocí personalmente, pero me leí su Informe... en un bar de la calle Bailén, de Barcelona. Entonces se me pusieron los pelos de punta al pensar que estábamos tan lejos y a la vez tan cerca, que mi padre finalmente está identificado, mediante lápida, en el panteón de su bisabuelo, un médico y político barcelonés, de Cornellá, que fundó familia en nuestra Habana.
Como, para mayor casualidad, estoy esperando este mes unos mellizos, hembra y varón, la noticia de la muerte de Lichi me ha conmovido extraordinariamente. No hago más que pensar en Fefé, en su bondad y en lo mal que le ha pagado la vida.
Estaré recordándola siempre, a toda hora, con mis hijos corriendo por casa. Desde Barcelona, a donde me ha traído el mismo exilio largo y compartido de muchas maneras, le envío mis más profundas condolencias. Sé perfectamente que con la muerte de un hermano mellizo se pierde una parte del que queda, se pierde un nexo indescriptible que ni siquiera los padres llegaremos a sentir con la misma exactitud.
Adiós a un escritor honesto, otro que muere en el exilio.

Vea esta entrevista a Eliseo Alberto, Lichi, encontrada en el portal cubano Penúltimos Días.

Foto del autor
Cementerio de Colón, La Habana.
Gracias al altruismo de Josefina Diego, Fefé, los restos de mi padre descansan con los Giberga y Gisbert, antepasados catalanes de la familia del poeta Eliseo Diego y sus hijos Constante, Fefé y Eliseo Alberto.

sábado, 30 de julio de 2011

Complejidad existencial



De camino a la media rueda

La alarma de mi móvil sonó a las siete de la mañana recordándome que tenía que pasar la ITV (Inspección Técnica para Vehículos). Una vez frente al espejo, saltó otra alarma: Han salido nuevas canas.
Me miré con mayor escudriñamiento al encontrarme solo en el cuarto de baño, al comprobar que la casa estaba vacía, dejada de la mano de San Ignacio de Loyola. Mi abuela paterna, que murió hace años en un asilo de La Habana cuidada por monjas, tuvo la idea de hacer la combinación con Ignacio porque parece ser que el venerable era su patrón. Con la cara desencajada, luego de un mes mal durmiendo en espera de mis Ibeyis, continué observándome: Se han hundido todavía más mis ojos en unas cuencas violáceas; el tono verde oliva de la vista de mi madre sigue marcando un misterio, un fondo abismal que no terminará por enseñarme el camino correcto. La única certeza que había, además de que cumplía 46, era la cita programada con la ITV, para poder circular por Barcelona en una nave de segunda mano que, coincidentemente, cumple años este mes.
Mis hijos son ciertos, pero todavía están en el vientre de María. Quiero decir –me lié yo mismo en la filosofía de aseo personal-, están pero no están.
Hoy no nacen, lo sentí en el pulso de mi mujer cuando regresé al hospital luego de aprobado el vehículo. Tendría que ser un milagro que nacieran, una situación revolucionaria, en el sentido literal de la expresión y no en la línea del rapto etimológico que nos enseñaron en Cuba.
Dos años atrás, cuando no teníamos en mente siquiera procrear un muchacho, recuerdo que me levanté también temprano y llevé a María para que me retratara en la parada del 44. En aquel momento solo me pasaban por la cabeza mi abuela, la playa y una botella de añejo. Para celebrar, digo yo.
Hoy me analicé mediante una complejidad existencial inédita en los días de mi vida: Voy a ser padre, de mellizos, de ambos sexos, y me pregunto si tendré ánimo para localizar guarderías públicas por el barrio. O si cambiaremos de barrio, de municipio, de país.
Cualquier cosa puede suceder.
Después de todo, me alentó una chica que crucé en el hospital y, de buena mañana, realizó un scáner de este que escribe, de la cabeza a los pies. Cambió la mirada rápido, por supuesto, pero me quise atribuir una aprobación de la ITC, o lo que es lo mismo: La Inspección Técnica para Cuarentones.
La muchacha no me entregó factura, seguramente porque, como yo, odia la burocracia.

Foto del autor
Esta mañana, desde el coche, antes de entrar en la revisión anual.

jueves, 28 de julio de 2011

Imprescindibles



Crónicas desde Can Ruti (XV)

Con diferencia de otras embarazadas que ingresan ahora en el Hospital General Germans Trías i Pujol, María tiene el camino hecho. Solo resta los días para no perder la orientación del lugar que ocupa en el espacio, pero no porque su alma se encuentre desesperada.
El trabajo mental de cada jornada ha sido imprescindible para lograr que los pequeños adquieran peso dentro de su vientre: la mejor incubadora es el sitio donde Marc y Lucía fueron engendrados, hace ocho meses aproximadamente. Ese sitio en estos momentos es un útero irritado, adolorido, tenso por el forcejeo constante de unas criaturas dispares que no tienen conciencia aún de su resguardo. Solo luchan por ganar espacio cuando no duermen: Empujan hasta el final del túnel con los pies apoyados en las costillas de su madre. Se les siente el impulso, su búsqueda a toda costa de una pre natalidad que, paradójicamente, es lo que menos les conviene.
Como tendremos tiempo para contar lo sucedido –o tal vez ellos mismos se inclinen por leer estas crónicas-, los padres nos dedicamos ahora a sostener un pulso con la naturaleza, que suele ser caprichosa, además de divina. Y en los momentos de mayor abstracción nos apretamos las manos María y yo:
-¡Qué ganas de verlos ya!- dice ella con unos ojitos rendidos y brillantes.
Su mente, sin embargo, consigue la firmeza de cuando vivía en París y se daba tiempo para encontrar sus motivos de fuga, para resolver esos motivos, mejor. La ciudad más romántica del mundo le sirvió de incubadora hasta que la criatura que todos llevamos dentro -¡nuestro alter ego!- decidió estar tranquila. Y entonces nació otro estado de las cosas, el que tocaba según las fechas. María regresó a Barcelona con la ilusión de gestar nuevos proyectos en el mismo punto de partida. A las pocas semanas de aterrizar, nos conocimos en una cafetería. Y, cuando pasó el tiempo, me llevó de visita a París.
Más adelante, le mostré La Habana mediante un torrencial aguacero, con unos gallos que cantaban al amanecer en el centro de la ciudad. Allí, al igual que en París, hicimos el amor sin la más mínima sospecha de que, un invierno a orillas del Mediterráneo, nos multiplicaríamos por dos.

(Continuará…)

Foto del autor
María aguanta las contracciones. Su cuello de útero continúa sin dilatar. Presenta una dinámica de parto, digamos, incompleta. Esta mañana, mediante la ecografía Doppler, nos dijeron que ambas criaturas han engordado unos 100 gramos él y unos 200 la niña. Pero, con el avanzado estado de gestación de María, estas cifras suelen ser orientativas y no exactas. Los médicos sonríen con placer al comprobar que nuestros niños están fuera de peligro. Quedaría, pues, el trabajo de parto, aunque el padre –autor de estas líneas- se inclina por la realización de una cesárea.
De cualquier manera, estamos tranquilos y confiados.
Hoy sirvieron al mediodía fideuá de verduras y pavo rustido.

martes, 26 de julio de 2011

Vinkingo de medianoche



Crónicas desde Can Ruti (XIV)

Voy a cerrar los ojos para escribir esto. De hecho, yo no estaba presente.
Anoche dormí en casa porque la historia se alarga; se convierte en culebrón. Y es lógico que, luego de un casi un mes hospitalizados, tengan lugar algunas subtramas dentro del argumento central.
María sufre efectos secundarios del embarazo: El hastío ronda su cabeza; también la pérdida de la conciencia exacta del tiempo –el espacio lo controla mejor-; trasmutación del reflejo de recato en instinto de supervivencia: Cuando alguien permanece varias semanas en una cama Fowler, sin poder controlar las puertas de acceso a la habitación, a merced de enfermeras, higienistas, médicos muy variados, hematólogos, camareras, celadores variopintos, no queda más remedio que entregarse a la divinidad. Y eso divino es lo que llevamos por dentro, el sello que nos diferencia de otros, lo que nos da fuerzas para continuar al pairo sin perder la dignidad.
Ese distintivo sería, dado el caso, la voz; algo que se convierte en poder.
El sentido de la estética ya no importa tanto y sin embargo no llega a perderse.
Entonces, de medianoche, me contaron, hubo que localizar al cirujano de guardia. María conocía el protocolo a seguir: Fue la que dirigió todo desde su cama en la Planta Cuarta. Si prestáramos atención –como ella-, estas subtramas no serían raras, teniendo en cuenta que las hemorroides son bastante frecuentes en las embarazadas. Hacía falta una pequeña incisión para drenar el absceso, teniendo en cuenta que el uso tópico de la medicación no estaba resultando.
La enfermera se cabreó porque el procedimiento no estaba escrito. Pero cumplió el protocolo, tal vez por intuición.
Era muy tarde y podía aparecer cualquier bata blanca mal encajada, con somnolencia e incluso con las manos dormidas.
La sorpresa fue aquel médico rubio, dos metros de alto, los ojos azules, el acento escandinavo –en ese momento no se supo bien de dónde era ese acento- y el corte “limpio” y seguro.
Drenó el hombre, drenó la sangre. Sacudió el bisturí.
Luego, los Servicios Secretos de nuestra habitación informaron que se trataba de un noruego, “uno de los pocos cirujanos guapos que hay en el hospital general” (Cita textual).
Claro, si los médicos y enfermeras españoles se marchan a Londres para adquirir mejor nivel de vida, cabe preguntarse qué hace un noruego en Can Ruti.
Elucubraciones aparte, el alivio de María fue sintomático. Incluso durmió unas horas después.
Cuando llegué por la mañana, me invitó a sentar en el borde de la cama para contarme lo sucedido, pero, tal vez por culpa de las hormonas –que lo viran todo al revés-, informativamente comenzó por el final:
-Esta madrugada me visitó un rubio muy guapo, muy alto…

(Continuará…)

Foto del autor
María en Copenhague, marzo de 2010

Alérgica al conejo, según consta en la comanda de alimentación, María continúa con su dieta rica en fibra, pero se está valorando, debido a los efectos secundarios del embarazo, incluir algún laxante más dinámico. Hoy comió al mediodía:
Arròs tres delicies
Llom amb patates
Panet integral envasat
Fruita
26/07/2011

domingo, 24 de julio de 2011

Domingo rojo. Tractocile: El regreso



Crónicas desde Can Ruti (XIII)

Hoy faltó poco para que nacieran. María con contracciones otra vez, fuertes. La bajaron a Urgencias y la monitorearon. Decidieron, pues, reiniciar el tratamiento intravenoso que frena las contracciones, ya que el cuello del útero no dilata. ¡Y resultó! En pocos minutos, el alivio era evidente.
Otra vez en Planta, seguimos esperando, tal vez, una semana más. Es muy posible que nazcan el día de mi cumpleaños, el día 30. Sería un gran regalo. Aunque también esa fecha está señalada en el calendario de la Revolución: Es el día de los mártires en Cuba. Lo sé bien: mi onomástico no tenía cines ni cabarets en aquella adolescencia preñada de vicisitudes. Pensándolo con tiempo, es imposible encontrar una fecha sin alguna connotación épica, sin ese marcaje patriótico inoculado en mi generación. Por supuesto, no ha servido más que para extrapolar sentimientos y recuerdos, ahora que me encuentro tan lejos y que mis hijos, catalanes, tendrán otra fechas circuladas en rojo en el colegio; mucho menos fechas que las que tuve yo.
Viendo a María sufrir con su dinámica de parto, mi entramado histórico dibujó a una heroína en su apogeo, una mujer emancipada, Vanguardia Nacional del Trabajo, dedicando sus horas de descanso a la producción proletaria.
Como dato curioso, me vino a la mente el saldo de esta operación, según los datos amablemente ofrecidos por el Doctor Luna: Solo el tratamiento de Tractocile cuesta unos 600 euros diarios, más el ingreso, lo que sumaría unos mil en cada jornada.
Todo esto lo cubre la Seguridad Social.
El objetivo es que los niños estén dentro del vientre todo el tiempo posible. Me ha dicho el Doctor Luna, excelente ginecólogo, que el coste diario en Neonatología (sala de prematuros) sería el doble, pero que alargan la incubación materna no por eso, sino porque, aseguró, primero está el enfoque humano.
De modo que Lucía y Marc serán prematuros -creo yo-, pero no tan bajos de peso como se pensó en un principio.
María tiene ahora 32 semanas cumplidas (siete meses y algo más) y pudiera llegar a las 34.
El reto no solo es de ella: El Doctor Luna y su equipo buscan su recompensa en un almanaque que solo trata de sumar días, sin connotaciones políticas. El del mal rollo, entonces, debo ser yo.

(Continuará…)

Foto del autor
Escultura en forma de tacón de aguja realizada con utensilios de cocina. Paseo de Gracia y Diagonal, en Barcelona, Jornada Cultural artística de Portugal.

María cenó hoy (dieta dirigida rica en fibra):
Mongeta verda amb patates
Pollastre plantxa amb arròs
Fruita (Kiwi) i pan envasat
24/07/20011

viernes, 22 de julio de 2011

Esperar, sentir, tocar


Crónicas desde Can Ruti (XII)

El subidón de adrenalina ha sido necesario pero también contraproducente. Retroalimentación, eso sí, de uno mismo. Como si uno fuera dos, o quizá tres, o cuatro. Varias perspectivas de lo que hemos sido y hacia dónde vamos. La responsabilidad de cuidar a unas criaturas que no han elegido llegar a este mundo; todo un mar de sensaciones en nuestras manos, soltando y recogiendo nervios. Mirando a un Mediterráneo real, desde la ventana.
Siempre, como último pensamiento, queda la certeza de que no estamos solos.
Hay, por lo menos, dos Cristina embarazadas, luchando, como nosotros, por ganarle la partida a esta montaña. Las muchachas albergan miomas en su vientre, abscesos que están desde antes y que las hormonas se encargan de estimular. Pero la felicidad de dar vida es la fuerza motriz. Viéndolas sonreír, no caben dudas de que vencerán a sus fibromas, con paciencia, alertas para no despertar al monstruo. ¡Déjalos! –ha dicho una-, ¡ignóralos y mira por la ventana!
Todo cambia cuando esperas un hijo. Cuando esperas dos, la adrenalina alcanza niveles más altos. Se te olvidan las vacaciones, los veraneantes, los chiringuitos, los tonos de piel y, en fin, ese mismo mar que está detrás de la ventana.
Te regalan la fotografía de tus hijos en tercera dimensión. Los ves como serán. ¡Qué adelanto! Entonces te adelantas a pensar en ellos. Sería una represión no hacerlo. Pero existe la posibilidad de compaginar los campos virtuales con los terrenos fértiles que María expone para mí.
Me toma de la mano. ¡Aquí están!, dice. Las criaturas nos sienten, nos reconocen. Responden al estímulo. Nos saludan. Saben que no somos su monitoreo sino un enjambre de nervios, sentimientos, creadores dialogantes, esperadores dóciles. Viajamos en la montaña rusa. María y yo, liberando tensiones que tuvieron sentido alguna vez. Despojándonos de trastos, puñetas, manías crónicas, dejando el vacío intocable para ellos.
Es increíble: Hemos acariciado sus espaldas y sus pies.
Con eso basta. Creo.

(Continuará…)

En las imágenes, de arriba a abajo, Lucía y Marc. 32 semanas. Hubo un momento en que parecía que no llegábamos. Si la Naturaleza es grande, la Ciencia también.

Menú de hoy de María
Dieta rica en fibras

GI 19A (CR) GINE
BÀSICA
Mongeta blanca estofada
Pollo a la plantxa amb pastanaga
Panet integral envasat
Pera en almívar
22/07/2011 Comida

jueves, 21 de julio de 2011

¡Bendita Doppler! Magnífica Anita


Crónicas desde Can Ruti (XI)

Los niños nacerán a finales de mes. Tenemos que replantearnos las fechas. Seremos tres leones en casa, equilibrados por el sosegado rigor de María, que es Aries. Las cuentas parecen más claras a partir del resultado de la Ecografía Doppler realizada esta mañana: El pequeño Marc ha engordado 200 gramos, de manera que sus esperanzas de madurar dentro del vientre materno crecen, junto con las esperanzas nuestras.
Paradójicamente, Marc multiplica sus esfuerzos en salir de su bolsa amniótica. Está colocado en el mismo lugar desde hace días: De cabeza, en el bajo vientre, en el umbral de esa puerta que su mamá mantiene cerrada, porque María no dilata. El seguimiento de un embarazo gemelar, hoy en día, con todas las técnicas modernas aplicadas, con el desafío de los médicos con tal de aguantar todo lo que se pueda, parece un filme de ficción, un thriller. Suspense, capítulo a capítulo, trabajada la dramaturgia para que los personajes maticen sus expresiones; un encabezamiento, un nudo, un desenlace que está por ver, sin descuidar los momentos de giro -¡aquellos picos en los diagramas del monitor cuando hay contracciones!- que garantizan el entretenimiento.
¡Cuántas veces hemos bajado a Urgencias y cuántas estuvo avisado el pediatra de guardia!
La Ecografía Doppler dice que el riego sanguíneo en la placenta y cordón de Marc suministran nutrientes, pocos, pero, según nos dieron a entender, vale la pena esperar. El pequeño ha alcanzado los 1.400 kilos.
Lucía tiene unos mofletes asombrosos. Pesa 2 kilos. Todavía no se sabe bien por qué tanta diferencia entre ellos. Lo que sí está claro –nos dijo La Rusa a las nueve de la mañana en la sala oscura de Can Ruti- es que la niña, desde el principio, se posicionó mejor. Esto quiere decir que, aunque existan dos placentas, dos bolsas amnióticas, dos cordones umbilicales, hay una zona uterina de mejor absorción. ¡Y ahí se afincó ella!
La Rusa es una dulce mujer de Europa del Este. Se llama Anita. Todavía no sabemos exactamente dónde ubicarla, si en el paraninfo de las diosas de la fertilidad o simplemente en la cola del pan, como diría alguien poéticamente para resaltar la sencillez. Su mirada –lo habíamos dicho antes- es un magnífico desayuno para remontar días y horas.
¡Ah, esas manecillas del reloj!
Puestos a esperar hasta las 36 semanas –estamos en la 32 cumplida-, Anita nos hizo un regalo: Los rostros de Marc y Lucía en tercera dimensión, ya crecidos, con sus rasgos personales, con su diferencia de volumen que será el hándicap prematuro, pero, como se ha podido demostrar a lo largo de la vida, estos arranques no tienen por qué ser definitivos.
María está feliz. Adolorida pero feliz.
Es una mujer fuerte y a la vez pequeña de estatura. María es un molino de energías capaz de reinventarse en los desayunos, capaz de perder fuerzas, de regular aspavientos y luego transferir vitalidad, en pos de mí, de los niños, en fin, de todo esto que estamos contando hace casi un mes. María es un grano de maíz donde cabe toda la gloria del mundo, como diría el poeta.

(Continuará...)

Foto del autor
Un plano robado. Dos comadronas de Planta en pleno monitoreo materno/fetal. Las unidades de atención al paciente en Can Ruti están reivindicativas, pegan carteles en los ascensores, pero no abandonan jamás el magnífico cuidado al paciente. Hay recortes de personal en Sanidad. Una medida del nuevo Govern de Catalunya pretende así sanear las finanzas. Esto no quiere decir que decaiga el estándar de calidad en la Seguridad Social autonómica, sino que, con menos, se mantiene.

Nota: En la próxima crónica publicaremos las fotos en tercera dimensión de Marc y Lucía.

Menú de María rico en fibras
GI 19A (CR) GINE

Paella verdures
Rodó de vadella
Pante integral envasat
Fruita
21/07/2011 Comida

lunes, 18 de julio de 2011

Marc. Su carta astral está en los pasillos



Crónicas desde Can Ruti (X)

La luna llena sobre el techo del hospital nos quería decir algo. Suponíamos que era un mensaje astral, como en efecto fue. A estas alturas, con todo lo aprendido en el tránsito de la vida, no podemos obviar ninguno de los paisajes que se presentan en esta montaña, luego de tres semanas batallando por el mejor de los alumbramientos posibles para Marc y Lucía.
He decidido nombrarlo a él primero. Ella, su hermana, me lo perdonará.
Esta mañana, el doctor Lecumberri, jefe del team médico de Obstetricia y Ginecología, se acercó a la cama de María con todas las cartas sobre la mesa. La confirmación de que Marc no crece es una realidad de nuestras barajas. Los análisis de sangre lo demuestran, pero, por delante de todo, está la Ecografía Doppler, aplicada en sesiones anteriores sin que nosotros supiéramos su importancia.
Es un ultrasonido inocuo con el fin de comprobar el flujo sanguíneo en la placenta y cordón umbilical de los fetos, una prueba de contraste de color que, increíblemente, alcanza a medir la irrigación de los bebés durante el embarazo. Los facultativos, en este caso, no habían dicho nada. Hasta hoy.
Contacté al doctor Lecumberri en el pasillo. Me habló de una diferencia muy grande –medio kilo- entre los mellizos, por lo que, seguramente, me dijo, tendrán que extraerlos en días próximos, para salvar a Marc.
-¿Y entonces qué?
-Neonatología se encargará. De eso puedes estar tranquilo- respondió a mi pregunta con amabilidad pero sin atisbos de paternalismo.
Los médicos suelen referirse a su trabajo con profesionalidad. Incluso se refirió a los fetos sin distinguir sexos, algo que, para los padres, resulta sumamente importante por la proyección de futuro que nos viene de adentro.
María lloró. Faltaría más.
Estuvimos abrazados un buen rato pero solo como reacción a la noticia de una cesárea que está al doblar de la esquina. Hoy en día no es tan dramática la prematuridad, pero, claro, en estas crónicas estamos hablando de los nuestros.
Anoche subí a la Planta Séptima a visitar a los mellizos de Sonia, también de ambos sexos, que ya los tuvo este fin de semana a través de un parto vaginal. Todo va saliendo, a su tiempo y con las circunstancias de cada cual. Están bien: Los nombraron Georgina y Dìdac.
Creo que los médicos han llevado correctamente nuestro proceso, con la discreción hasta donde ha sido necesaria y con el tiempo en una muñeca; haciendo juego de manos para convertir las horas en gramos. Hasta donde se ha podido.
El jueves que viene volveremos a la Ecografía Doppler, a ese pastel de colores que alguna vez vimos en pantalla sin saber qué era. Será definitiva para, entonces, programar una cesárea y dar entrada a nuestros niños en la Séptima Planta.
María y yo hemos firmado un pacto de amistad con el tiempo y nos hemos confesado a la luz de la luna. Mucho antes de todo esto.

(Continuará…)

Foto del autor tomada en los alrededores de Barcelona

María cenó anoche su dieta rica en fibras:
Amanida espirals amb pinya, pernil y maionesa
Pollastre trocejat amb peres
Panet integra envasat
Fruita
17/07/2011

sábado, 16 de julio de 2011

Algunos médicos sueltan prendas



Crónicas desde Can Ruti (IX)

El jovencísimo Doctor Adrià, de guardia ayer, se empapó con nosotros. María lo presionó con esa mirada en contrapicado, digna de compasión, desde la cama, esa mirada todopoderosa que tienen las embarazadas. Más aun las gestantes de embarazos múltiples.
-Prefiero que me hablen claro. Estoy dispuesta a todo menos al silencio. ¿Qué tiene el niño que no coge peso?- preguntó, grosso modo, al facultativo.
El ginecólogo se sentó a su lado, en el bordillo de la cama. Yo había salido para dejarles intimidad, aunque me habían autorizado a quedarme. Fue María quien me reprodujo la conversación:
Resulta que Marc, el pequeño Marc, parece tener un cordón umbilical estrecho, de poco calibre, digamos. Y por eso no le pasan los nutrientes necesarios. Esa es una posibilidad. La otra, que haya más capilares ramificados en la placenta de Lucía.
El Doctor Adrià prefiere esperar una semana más para ver si Marc engorda algo; de lo contrario, extraerían a los muchachos y todo habrá terminado.
Bueno, el alumbramiento, luego de un mes en el hospital, habrá ocurrido en ese caso, pero quedarían en lo adelante unas cuantas semanas de incubadora.
Parece ser que la hipótesis maternal de María tiene algún fundamento: El niño está de cabeza, encajado en el bajo vientre, dispuesto a salir, porque adentro no encuentra más crecimiento. La naturaleza es sabia, pero esto, repito, no es más que una suposición de la madre.
Ya María ha cumplido las 31 semanas y comienza a vivir la 32. Todos los embarazos gemelares no son iguales. En el mismo pasillo está Sonia, también con dos niños dentro y también de ambos sexos. Sonia está en la semana 36 y sus hijos no quieren salir. Le han quitado toda la medicación y le han dicho que camine. Ella, más alta y más delgada que María, deambula por los corredores esperando una señal. También hace una escala técnica en nuestra habitación para saludarnos, para ofrecerle ánimos a María.
A nosotros solo nos resta esperar.
Ahora es menos duro el paso del tiempo. Ya estamos acostumbrados a los espacios del hotelito, a que cambien las sábanas diariamente, a que, cada veinte minutos, incluso de madrugada, entre una enfermera preguntando si necesitamos algo.
María lee un libro en francés, la novela Odette Toulemonde, de Èric-Emmanuell Schmitt. Yo leo a Reinaldo Arenas en la compilación de cuentos Adiós a mamá. Ya sé que no es ideal para estos momentos, pero este libro cayó al suelo desde mi estantería, mientras buscaba algo para traerme a Can Ruti. Me dejo llevar por los simbolismos, algunas veces.
La España Profunda nos ha dicho que no montemos las cunas hasta que los niños nazcan. En realidad, no las he montado por falta de tiempo, por finalista, pero lo cierto es que aún están plegadas en sus cajas de IKEA.
Claro, con estos acontecimientos tendremos largas sesiones de incubadora o, si se tercia la historia, en casa hay, además, dos moisés esperando.

(Continuará…)

Foto del autor
Cunitas móviles, preparadas en Planta para los nacimientos.

Ya María no escoge menú a la carta. Le han ordenado dieta rica en fibra. Ésta viene directa
GI 19A (CR) GINE
BÀSICA RICA EN FIBRA
Amanida destil
Gall dindi forn amb salsa de poma
Panet integral envasat
Fruita
15/07/2011 Cena

viernes, 15 de julio de 2011

Otro triste capítulo de “Balseros”



El muy tendencioso documental de los catalanes Carles Bosch y Josep María Domènech, Balseros, tiene continuidad. No solo por mar, sino, además, por aire.
Escapar de Cuba parece no tener fin.
La desesperación de un joven de 23 años, identificado como Adonis G.B., lo ha llevado a subirse al tren de aterrizaje de un avión de Iberia, como polizonte, y realizar la travesía de nueve horas en tal escondrijo, expuesto a temperaturas de congelación, aplastamiento y posible caída libre. Pero Adonis no llegó con vida. El periódico El País publica la foto de su cuerpo descolgado del fuselaje cuando la nave aterrizó en Barajas, esta semana.
Ha sido la noticia más triste en años, por el impacto de la imagen y por el drama que encierra en sí misma. Lo más doloroso de todo es que Adonis se suma a una lista de hechos similares, ocurridos a lo largo de los más de 50 años de dictadura castrista. El sitio digital Café Fuerte, a propósito de este lamentable suceso, elaboró una relación cronológica de cubanos que han viajado igual de polizontes. Increíblemente, alguno ha sobrevivido.
Siempre que, en España, me preguntan cómo escapé de Cuba me quedo pensando antes de responder. Al principio veía el enfoque tendencioso de la pregunta pero, con los años, he llegado a aceptarlo. De Cuba, lamentablemente, hay que escapar. Ningún cubano se sienta en un avión: Todos nos desplomamos, ya sea por los largos y engorrosos trámites para viajar; o porque ha sido necesario mentir.
Lamento profundamente esta muerte de un compatriota. Sé lo que deben sentir sus padres, ahora que voy camino de ello, y me atrevo a interrumpir la serie sobre el nacimiento de mis hijos gemelos.
Uno se pregunta hasta cuándo tendremos noticias espantosas sobre balseros, polizones, escapados, sean de donde sean.
Como era de suponer, la prensa oficialista cubana no ha comentado nada. Si acaso, habría que esperar una nota en la que se desprestigie al difunto por su irresponsabilidad, en la que, de paso, cargue la culpa el Capitalismo, el Imperio, como llaman los hermanos Castro a todo lo que se mueva fuera de la isla y no comulgue con ellos.

Foto de María Espeus
De su colección personal realizada en diferentes escenarios cubanos.
María Espeus es una creadora sueca, residenciada en Barcelona. Trabaja la publicidad, además de la fotografía artística.

jueves, 14 de julio de 2011

La Rusa. ¡Fuerza a Marc!



Crónicas desde Can Ruti (VIII)

A primera hora de la mañana, incluso antes del desayuno, nos bajaron a la sala de ecografías. Los pasillos estaban llenos de gente que viene a consulta externa. La celadora era una máquina: Apartaba a todos del camino con anuncios de policía de guardia: ¡A un lado, señores!, decía, abriendo paso también con el brazo que, a ratos, le quedaba libre. Por supuesto, todos pensaban que María estaba de parto.
Por el camino, anhelábamos que hoy estuviera La Rusa. Es la mejor ecógrafa del mundo, la más dulce, la que nos mira a los ojos con un montón de palabras. Sin embargo, la añorada mujer de la sala oscura solo susurra al oído de María. Yo no la escucho. Su profesión no le permite alzar la voz.
Nuestro deseo se cumplió más temprano que tarde. Allí estaba, sonriéndonos otra vez. Nos mima tanto y no sabemos por qué, a diferencia de otras colegas suyas. Esta es la nuestra, La Rusa.
Hemos preguntado por ella y nos han dicho que es divina. Que vino de allá, nadie sabe cuándo. Pero, salvo sus rasgos faciales, ninguna otra cosa la delata. Habla el catalán perfectamente; el castellano también. Tal vez sea ucraniana, no rusa. Pero, claro, a mucha gente le da igual.
Sus manos midieron nuestros niños, hicieron los cálculos precisos con nosotros cuatro en ayunas: la madre, las criaturas y el padre sin probar bocado alguno. Era una mañana gris. Había llovido toda la noche. Parecía otoño, algo muy raro en el mes de julio. Yo había salido un minuto afuera a tomar un café. Miento; sí tenía algo en el estómago. Entonces, en el aparcamiento del hospital, presentí una cosa rara. No pensé en nada concretamente, sólo en que se había girado el tiempo. Los Leo no somos de lluvia.
Uno de los susurros de La Rusa decía que Marc está bajo de peso. Eso sí lo escuché. En quince días solo ha engordado 100 gramos. Ahora pesa 1.200 kilos. Muy poco para lo que se necesita en estos momentos. La niña, Lucía, está absolutamente fuera de peligro: Pesa ahora 1.800, lo cual indica que ha engordado 400 gramos desde la vez anterior que esa entrañable mujer los pesó.
Luego pasaron visita en Planta. Nos dijo el médico que esperaremos una semana más para hacer otra ecografía. Una semana, siete días en los que, a cada minuto, apostaremos por él. Por Marc. Marc el pequeño, Marc el que está colocado para salir, incluso antes que su hermana.
María, sabia, madre al fin, preguntó si es que quiere salir porque allí no está más su lugar.
-Pudiera ser- nos dijo La Rusa sin apurar ni una lágrima de la madre.
Los padres sabemos que las incubadoras están preparadas en una Planta superior.
De aquí a una semana, no obstante, pudiera crecer el lado izquierdo del vientre de María, que es donde está él.

(Continuará…)

Foto del autor
María, verano del 2008

Hoy María comió pescado nuevamente, aunque, con los nervios, perdí la comanda.

miércoles, 13 de julio de 2011

Cabezas abajo



Crónicas desde Can Ruti (VII)

12 de julio, un día no marcado en mi calendario. Los días, las fechas las hacen las personas, las hacen las circunstancias. Por si acaso, comencé a buscar algún nexo entre mis recuerdos. Durante varios minutos, en los que María estaba a un paso del quirófano, estuve convencido de que existen vínculos con el día de ayer.
He vivido mucho. Quiero decir, intensamente.
La dinámica de contracciones nos tuvo en vilo durante horas. Toda la tarde en el filo de una cama Fowler, de esas espectaculares que son capaces de correr hacia todas las direcciones. Por supuesto, recordé a mi madre pidiendo una cama Fowler en Cuba, en el verano pasado, para estar un poquito más cómoda porque sabía que iba a morir.
La muerte llegó antes.
No sé qué me pasa que no puedo alejarme de ese recuerdo mientras estoy en el hospital materno. Parece mentira que la felicidad de mis hijos venga acompañada con la desolación que vi en Cuba alrededor de mi madre. Entonces escribí a la vuelta, aquellas crónicas duras, inservibles para los defensores del régimen.
En el proceso de pre parto me enteré de que el tratamiento de María, para alargar la gestación, cuesta alrededor de 600 euros diarios. Usan el medicamento más caro, llamado Tractocile, que va en pequeñas dosis por vía intravenosa, ligado a un suero fisiológico. Apenas tiene efectos secundarios: sudoraciones y poco más. Por eso es tan caro.
Los ciclos de Tractocile son inocuos. Son capaces de frenar las contracciones para que el embarazo llegue a término, al menos hasta que los órganos de las criaturas estén bien formados.
La vía que mi mujer tiene enganchada en vena resulta un punto de inflexión. El “cable” se nos enreda, no sabes si para jugar o para probar nuestros nervios. Hemos asumido que la Bomba -¡vaya nombre!- que controla el paso del Tractocile hacia la sangre es parte del equipo.
Un día llegas con malestar y a partir de entonces tendrás que conocer los manejos de un ingreso por tiempo indefinido. Tendrás que anotar nombres de medicamentos, tendrás que olvidarte de la playa, tendrás que localizar recuerdos –buenos y malos- y esperar pacientemente como Penélope.
Ahora los trenes llegan cada cinco minutos con las contracciones.
Pero el Tractocile es más fuerte que todos los recuerdos.
María se estabilizó. Los niños dejaron de empujar hacia el cuello del útero y, al final de la tarde, nos subieron a Planta.
No obstante –puedo dar fe de ello-, Lucía y Marc siguen colocados cabeza abajo. Están a favor de la ley de gravedad.
El médico de guardia, el fabuloso Doctor Luna, se atrevió a pronosticar un posible parto natural.
-Si continúan en esa posición –se dirigió el especialista a María-, ¡podrás parir, mujer!

(Continuará…)

Foto del autor
Vista de nuestra habitación en Can Ruti. Al fondo, la ciudad de Barcelona.

Menú seleccionado por María
(la comanda viene en catalán)

GI 19A (CR) GINE
BÀSICA RICA EN FIBRA
Bledes amb patata
Croquetes pollastre amb mongeta verda
Panet integral envasat
Fruita
12/07/2011 Cena

martes, 12 de julio de 2011

Sentimientos homologables. Otros no



Crónicas desde Can Ruti (VI)

En una habitación cercana hay otra muchacha con embarazo gemelar. Es el otro gemelar que existe en la Planta Cuarta. A partir de una gestación múltiple, y para simplificar las cosas cotidianas de este mundo en el hospital, ellas, a veces, dejan de llamarse por su nombre para ser identificadas como la del gemelar, o la de los trillizos, en tal caso.
Son pacientes especiales.
Esta mañana, coincidimos en la planta de Urgencias. Ana, la de “las correas”, no vino a trabajar y decidieron bajarnos a la sesión de control o monitoreo gestante-fetal. Estábamos en cubículos contiguos. Cuando terminaron con la muchacha, cuyo nombre todavía ignoro, la pasaron por delante de nosotros y nos hizo un guiño de identidad. María, tumbada totalmente y con los sensores puestos, no pudo verla bien, pero yo sí. La muchacha nos saludó con una mano. En su mirada encontré la prisa y la incertidumbre. Supongo que será Ana quien le haya dicho que nosotros estamos igual, esperando. Por la propia Ana supimos que la muchacha alcanzó las 35 semanas, un tiempo ideal para dar a luz unos mellizos. Está a punto. Nosotros no.
El monitoreo de María, sin embargo, dio como resultado un par de contracciones, dinámica de parto en su vientre que parece no soportar mucho más. El doctor de guardia –tenemos cinco o seis galenos (as) que van y vienen en días diferentes- le dijo a María que tratara de aguantar, al menos, una semana más. María ya está en la 30. La 31 sería mucho más segura.
Pero los datos del crecimiento de Lucía y Marc, los datos más claros sobre su peso y tamaño, los sabremos este jueves cuando realicen otra ecografía morfológica, profunda. Suponemos que en estos últimos 15 días –el tiempo que llevamos en Can Ruti- nuestros niños hayan engordado un poquito.
Dos lagrimones se escapan de los ojos de María. No es que se escapen, en realidad ella no contiene las lágrimas mientras escribo estas líneas. Está girada hacia la pared y me da la espalda, pero la intuyo; dejo el texto y voy a ver cómo es su mirada. Sé que lucha contra el tiempo, contra la espera, contra ese agotamiento psicológico que intenta anularla. Le seco las lágrimas con mis labios sin pronunciar palabra. Lo esencial lo tenemos hablado. Entonces me pide que, cuando se pueda, vaya a la habitación de la otra muchacha y recabe información. María quiere que le pregunte cómo está. Yo quiero saber su nombre.
La estrategia de la Planta consiste en que no intercambiemos experiencias, posiblemente para no contaminarnos. Pero el sentimiento es otra cosa. Además, el azar -¿o sería Ana?- quiso que nos cruzáramos esta mañana. Me quedé pensando en esa mirada familiar, como quien dice que, total, saldremos por la misma puerta. Es muy probable que me acerque a verla. Que viole las reglas no explícitas de la Planta. No he firmado papel alguno.
Mirando el calendario, haciendo cálculos tentativos, es posible que Marc y Lucía vean la luz el 26 de julio. Esto me vino a la mente de pronto. Se lo comenté a María y me dijo que daba igual.
Para mí sería un arrastre esa fecha, viniendo de Cuba. No acepto homologar aquel almanaque nacionalista de la isla en la que he nacido y vivido hasta hace unos años. Mi vida ahora es punto y aparte, quiero que así sea. Al menos lo intento lidiando con esa madeja de simbolismos y realidades.

(Continuará…)

Foto del autor
Este es el monitor materno/fetal; es clave tanto en la paz como en la guerra. La lectura central indica el nivel de las contracciones, mientras que los números laterales representan el corazón de cada uno de nuestros hijos.


Menú seleccionado por María
(la comanda viene en catalán)

GI 19A (CR) GINE
BÀSICA RICA EN FIBRA
Arros tres delicies
Tonyina amb samfaina
Panet integral envasat
Fruita
12/07/2011 Comida

domingo, 10 de julio de 2011

Las correas


Crónicas desde Can Ruti (V)

Por las mañanas, después del desayuno, llega Ana con el aire fresco todavía pintado en sus ojos. Sonrisa contenida, toda profesional, aunque con deseos de abrazar a María, que la espera. No ocurre el abrazo, está dando vueltas en la atmósfera de la habitación.
Ana es la mujer de las correas.
Nunca me gustó ese sustantivo. Me remite a cierta presión en la cabeza. No puedo evitar la imagen de alguien sujetado con bandas de cuero o de caprón, alguien con un ataque psicótico amarrado a una cama.
Aquí sucede todo lo contrario. Ese alguien es una embarazada que resiste el devenir del tiempo para que su gestación llegue a término, a las 32 semanas como mínimo. Las correas que pone Ana son cintas de gasa alrededor de su vientre, pero son suaves amarres de unos sensores imprescindibles para monitorear a los niños. La foto no he querido compartirla. Es demasiado íntima. La entrega con que Ana realiza su trabajo y el amor con que María la espera son más de palabras escritas, o pensadas.
Sin embargo, todo el mundo, en Can Ruti, conoce lo que son las correas.
Hasta aquí ha llegado la escasa poesía de la vida diaria, el sentido práctico de la expresión oral.”Las Correas” no es más que el alargamiento de una lista desagradable de términos al uso en esta España tan diferente a como la concebimos desde las Américas.
Tripa por Barriga; Culo por Glúteos; Correas por Sensores.
Contrasta la dureza del lenguaje con la amabilidad de los hechos.
Por la tarde, nos llegó una sorpresa.
Ayer fue un día sin contracciones; de resistencia, como los otros, aunque había algo en el ambiente que reforzaba las relaciones interpersonales. Había, estaba, eso que llaman Feeling.
Ah, qué bonita palabra. También se autoriza en castellano: Filin.
Susana y Martín lo trajeron. Son una pareja de amigos que también esperan un hijo. Ellos nos confeccionaron un par de jirafas de tela, mellizos, de ambos sexos, como los niños que esperamos. La artesanía, pues, se instaló en nuestra habitación. La hechura sencilla y a la vez profunda, perfectas puntadas y perfecto simbolismo para una mujer y un hombre que cuentan los días en un hospital materno. El amor hacia las personas se escapa de su caja de guardar, se escapaba con las miradas. Susana y Martín nos preguntaron por el control médico de esa mañana y fui incapaz de mencionar la palabra Correas. Aunque confieso que, a priori, me pasó por la mente. Pero hice un esfuerzo. Siempre veo bien que se haga un esfuerzo.

(Continuará…)

Menú del día seleccionado por María
(la comanda viene en catalán)
GI 19A (CR) GINE
BÀSICA
Canelons de carn
Llibrets de llom amb patates fregides
Panet 50gr envasat
Pastisset
10/07/2011 Comida

jueves, 7 de julio de 2011

Partida doble



Crónicas desde Can Ruti (IV)

Los pasillos, como había dicho antes, son desoladores por la madrugada. Esa perspectiva aséptica de largos caminos hacen sentirme, después de mucho tiempo, solo. En estos días hospitalizados –yo como acompañante más parecido a un soldado del Kremlin-, he tenido tiempo para recordar mis primeros años de exiliado. Es cierto, alguien lo dijo: de Cuba no se emigra; de Cuba se escapa, se exilia uno. Los nacidos en la adorada isla no tenemos muchas oportunidades de regresar cómodamente.
Será por esto que pienso en mis hijos como salvados de la desgarradora circunstancia en que nos encontramos. Por un lado, no podemos volver cómodamente (algunos exiliados no pueden regresar de ninguna manera física), y, por otro, no logramos desprendernos de los recuerdos, de aquel tiempo en el que transcurrió la mayor parte de nuestras vidas y que ahora, por razones de salud mental, nos queda lejos. Aquí en el hospital me confunden con un canario. No con el pájaro, sino con los naturales de esas islas españolas/africanas, tan parecidos a nosotros, lleva razón la gente.
Como hay tiempo y posibilidades de roce social –habría que recordar que en Europa no es posible conocer a alguien en la parada de un autobús-, el diálogo fluye, con las enfermeras, con las doctoras, con los que comparten habitación con nosotros y luego se van. Pero lo más curioso de todo es que a María no la hacen de aquí. Parece ser que se le ha pegado mi acento “canario”. Al principio nos ven como una parejita tropical, llena de vida, eso sí, e ilusiones.
Todo comienza así:
-¿De cuántas semanas estás?
Luego casi nos hacemos amigos.
Aunque el momento más logrado siempre sobreviene cuando se enteran de que, ahí dentro –donde se calientan esas señaladas semanas-, hay dos niños en lugar de uno. ¡Una hembra y un varón!
-¡La parejita!, lo que quisiéramos nosotros- dicen casi todos.
Yo podría mentir con respecto a mi supuesta condición de canario. Sería creíble, pero al mismo tiempo no tendría sentido. La historia que vamos narrando María y yo, a los que ingresan en la habitación por dos o tres días, es la culminación y el principio de nuestros ancestros. De aquellos viajes de ida y vuelta para Hacer las Américas. Ahora he venido yo para España y me da gusto que la gente pueda comprender que estos vasos comunicantes no terminan nunca.
Además, en mis primeros años de inmigrante –como les gusta a los españoles llamar a los que no son de aquí- fui enfermero. Sin título, pero enfermero. Ya no recuerdo cuántos pañales cambié. Tampoco me hacen falta esos récords para ganarme la confianza de la gente. Siempre trato de ser común, porque me gusta, por mucho que mi acento interponga ese marcaje diferenciador.
Entonces pienso que mis hijos me salvarán del eterno dilema. Serán un ancla. Serán el lastre definitivo para que aterrice de una vez y por todas y deje el ejercicio de antropología recurrente. Pero todo tiene su precio:
Como ellos están por venir y todavía se anuncian largas semanas en Can Ruti, tratando de dejar a un lado las diferencias he somatizado con María: Me ha crecido el vientre. Se hincha a ratos y luego vuelve a bajar.
Pero sobre esto no le he contado nada a nadie.

(Continuará…)

Foto del autor
María, con brillo en los ojos, pocos días antes de ingresar en Can Ruti.


Menú del día seleccionado por María
(la comanda viene en catalán)
GI 19ªA (CR) GINE
BÀSICA
Paella verdures
Rodó de Vedella amb verdures (+)
Panet 50 gr envasat
Fruita
07/07/2011 Comida

miércoles, 6 de julio de 2011

Un calor anticipado



Crónicas desde Can Ruti (III)

Todos se van. Hemos visto a mucha gente de tránsito en nuestra habitación compartida. Embarazadas, recién paridas, sus familiares. Pero al final se marchan a casa. Cuando pienso en que hay un final es que el nuestro no está siquiera anunciado en tablilla. Los médicos nos dicen que, hasta que no tengan absoluta garantía de la desaparición de las contracciones, no bajamos de esta montaña.
A un embarazo gemelar lo miran con lupa.
María está aguantando la situación. Sus horas pasan lentas. A veces intento entrar en su mente para saber qué pasa en su mundo interior. Creo que no es tan complicado: El instinto de madre comenzó al nacer ella misma, hace ahora 35 años. Un programa de reproducción se instaló en su paquete genético y ahora lo desarrolla. Quiere a sus hijos con locura, quiere verlos. Pero sabe que hay que esperar. Los toca suavemente con las palmas de sus manos; dibuja con ellos los contornos que se alzan en su vientre; ha sentido sus pies, sus espaldas. Tiene para escoger y no escoge. Siente lo mismo por los dos. Un inmenso amor.
Ayer me dijo entre lágrimas que estaba consciente de que su función fundamental, ahora, es soportar el tiempo. “Soy una incubadora”, expresó así su sentimiento, con pocas palabras, haciendo la broma para quitarle “hierro” al asunto. Marc y Lucía –y viceversa- se alimentan vorazmente, rápido comen. María ha bajado su tono muscular. Sus defensas también han bajado. Tiene anemia. ¡Y es que son dos criaturas!
Dos comiendo, dos moviéndose, dos queriendo salir sin saber exactamente a qué se exponen. Su mamá es una incubadora.
Los galenos la tienen todo el tiempo controlada, con un medicamento intravenoso para frenar las contracciones. María no está de parto todavía, pero su vientre sí.
Tendrá que aguantar hasta las 32 semanas como mínimo, hasta que Lucía y Marc alcancen los 2 kilos cada uno. La última vez que los pesaron mediante ultrasonido, la niña estaba en 1 kilo 400 y Marc en 1 kilo 100. Ya deben haber engordado un poco más. Se alimentan muy bien.
Can Ruti parece un hotel de alta montaña. Es el que nos toca por la Seguridad Social. Hasta aquí llegan personas de todos los estratos civiles. Esta mañana, la sala de espera estaba ocupada por una familia gitana, de esas que se mueven en multitud hacia todas partes. Habían hecho su campamento de estar en la Planta Cuarta, al lado de una cristalera desde donde se observa el Mediterráneo. Las mujeres llevaban puestos sus imprescindibles delantales, como si vendieran flores en el hospital. La familia esperaba un bebé.
Me senté en una silla que habían dejado vacía mientras esperaba a que limpiaran nuestra habitación. Al volver, María me pidió que la abrazara y lo que hice fue meterme en la cama con ella. Nos abrazamos los cuatro durante un rato y pensé sin decirle lo grande que es este sentimiento. La fuerza que da.
Entró una enfermera y vio a María llorando.
-Son las hormonas, guapa- jugó con mi mujer-. Este capítulo está en la letra pequeña cuando uno firma el contrato maternal. ¿No leíste la letra pequeña?

(Continuará…)

Foto del autor
Familia gitana

Menú del día seleccionado por María
(la comanda viene en catalán)
GI 19A (CR) GINE
BÀSICA
Amanida calenta despirals
Pollastre forn amb xampinyons
Panet 50 gr envasat
06/07/2011 Comida


martes, 5 de julio de 2011

Planta Cuarta



Crónicas desde Can Ruti (II)

De noche todo es apacible. De día, a veces, también. Es un edificio de mediana altura, aunque parece más espigado porque está en la montaña. Todo está limpio. Los suelos brillan mientras busco una máquina de café y camino por largos pasillos. Son las cuatro de la madrugada. Me asustaría perderme, quedarme en medio de un callejón sin salida.
No pasa nada. Solo me asusta la idea de asustarme. Conozco las puertas que a esa hora están cerradas y conozco las alternativas para alcanzar la calle, aunque tenga que dar muchas vueltas. Solo por diez o quince minutos –físicos, no mentales-, dejo atrás un día duro. Dejo sola a María, envuelta en un sueño breve, porque sé que me llamará por el móvil en cualquier momento. Aprovecho entonces para pensar.
Primero continúo admirando el hospital, lo cómodo que es, sus trabajadores amables, algo que me trae confundido desde que estoy aquí. Dicen que hay recortes de personal, pero éste que cuida a María es el summus de la profesionalidad galena. ¡Qué palabra, por Dios! ¡Galeno! Búsquela usted en el periódico Granma y la encontrará en la edición de cualquier día. Allá en Cuba se escribe muy bien en la prensa, pero los hospitales se pudren sucios, espantosamente desalmados de un tiempo a esta parte.
Se intercalan pensamientos, recuerdos de la otra orilla. Todo ahora queda tan lejos y sin embargo siento el olor de aquel desastre. Más que el olor, siento el dolor. Parece que no podré abandonar ese dolor jamás. Pienso en una amiga. Ella asegura que, con la llegada de Lucía y Marc, se curarán mis heridas.
No le creo. Debería disfrutar más esta realidad y olvidarme de aquella.
Al lado de la máquina del café hay otra que despacha bocadillos. Estoy con este sistema. Llevo en mi cuerpo, desde hace días, decenas de bocadillos. Ahora no me urge comer caliente. Trato de obtener una respuesta de los galenos de María para saber más o menos cuánto puede durar el ingreso. Los médicos no sueltan prendas. Me he hecho la idea de que Lucía y Marc, y viceversa, nacerán en estos días cuando yo esté eligiendo un bocadillo.
Miro el edificio en plano cinematográfico. La vista se queda quieta en la Cuarta Planta. En una de las ventanas está María, con los niños todavía en su vientre. En una cama de nuestra habitación compartida hay otra mujer de su misma edad. Está llorando porque esta mañana le han dicho que ha perdido a su bebé producto de una afección urológica. No veo a esta mujer desde abajo. La siento mezclada entre mis pensamientos, aquellos que, cuando desando los pasillos nocturnos, le dan la vuelta al mundo.

(Continuará…)

Foto del autor

Menú del día elegido por María
(la comanda viene en catalán)

GI 19A (CR) GINE
BÀSICA
Amanida russa
Fricando jardinera
Panet 50 gr. Envasat
Fruita
05/07/2011 Comida

lunes, 4 de julio de 2011

Ambos mundos



Crónicas desde Can Ruti (I)

Lucía y Marc flotan en bolsas maternales; dan volteretas, acomodan como pueden su espacio; discuten ser la primera o el primero en tomar el camino a casa. No saben lo que hay afuera. Solo son organismos vivos sin uso de razón. Pero nos intuyen, a su madre y a mí.
Ayer él estaba colocado en el bajo vientre, con la cabeza hacia el centro de la Tierra. Quería explorar otros mundos; o simplemente ya no está cómodo en el suyo. Hoy Lucía está en su lugar, en la misma posición pero del otro lado, como perfecta simetría de su hermano mellizo; como un espejismo, como espectro cómplice. Parece que también está intranquila en su cosmos.
Faltan días para que vean la luz.
Afuera hay una cama, una ventana, un paisaje y están sus padres esperando, sintiéndolos a través de las caricias sobre la piel. Hay también un televisor que ofrece las noticias:
-Ortega Cano, torero, ha salido de un estado de coma pero podría ir a la cárcel por conducir ebrio y causar un homicidio imprudente.
-Alberto Grimaldi, Príncipe de Mónaco, se desposa en una ceremonia cuyos preparativos han costado millones de euros.
-Hugo Chávez, dictador venezolano, fue intervenido, con urgencia, de un cáncer de próstata. Se recupera en Cuba.
-Raffaella Carrà actúa en la televisión española, en el programa “Tonterías, las justas”, de Cuatro, que culmina felizmente una larga temporada.
Pero Lucía y Marc ignoran las noticias. De momento están a salvo de la realidad global. Cuando crezcan les explicaré:
De niño, me moría de amor por Raffaella Carrà, la deseaba desde la candidez y, 35 años más tarde, mi estrella vuelve a aparecer en la pequeña pantalla, sin previo aviso. Les explicaré que Raffaella me obliga a hacer una retrospectiva de mi vida desde una habitación de maternidad. Les indicaré, además, que a los otros personajes anunciados en las noticias los paso por alto.
Les diré que no queda más remedio que pensar en lo imprescindible en momentos como éstos.

(Contiuará...)

Menú del día seleccionado por María
( la comanda viene en catalán)

GI 19A (CR) GINE
BÀSICA
Llenties amb verdures i espinacs
Llom al pebre verd (+)
Panet 50g envasat
Fruita

04/07/2011 comida

sábado, 2 de julio de 2011

Para ti, Marc


Can Ruti es una montaña mágica. En ella construyeron un hospital a los Cuatro Vientos. El Germans Trìas i Pujol, de medicina general y también eje docente, nos vio llegar en un taxi amarillo y negro que pasaba de pura casualidad por la puerta de nuestra casa. Tu mamá estuvo adolorida durante toda la tarde, hasta que decidimos subir a Urgencias. ¡Un hospital en las estribaciones de una montaña!
Todo verde por el camino, todo limpio, todo vegetal.
El taxista era un señor mayor; debía estar a punto de jubilarse. Cuando le indicamos el destino -siendo él de Barcelona Ciudad y no de donde vas a nacer tú-, nos dijo que le sonaba, que le sonaba. Claro, aquí todo el mundo conoce esa altura y nada más nos montamos en el coche di la orden muy clara:
-A Can Ruti, por favor.
El hombre se alumbró enseguida. Comenzó a ascender con muy poca marcha por la carretera de doble vía. Para mí estaba bien. No era la primera vez que subíamos a Urgencias para ver cómo estaban tu hermana y tú. Pero esto ahora lo recuerdo recapitulando, que si no, hubiera pisado yo mismo el acelerador.
Ya nos conocen en la puerta y nos hicieron pasar rápido. La cara de tu mamá sufría por los cuatro; también por el taxista y por todo aquel mundo que acabábamos de dejar en llano, donde está nuestra casa. Todavía me resulta raro subir del mar a la montaña como si nada, en un abrir y cerrar de ojos. Claro que ahora es distinto. Parece que hay prisa. Se siente prisa en el monitor que tiene al lado tu mamá, en su montañita mágica ahora atada con unas correas, donde ajustaron unos sensores redondos –tres- que parecen traducir un lenguaje interno que no entendemos. Te juro, Marc, querido niño, que, aunque no te había visto todavía, sabía que ibas a ser igual que yo, como tu abuelo, parsimonioso y soñador.
-¿Fue por eso que no te dejaste fotografiar la primera vez?
Estuvimos toda la noche en Observaciones hasta que decidieron subirnos al Cuarto Piso, sala de Ingresos, de Ingresos totales o parciales. Yo con la ropa de la playa puesta, con el pelo y los ojos llenos de sal. Tu mamá con la bata de andar por casa con la que la dejé en el sofá tumbada esta misma tarde, poco antes, poco después de que “sus niños” se pusieran de parto. Sí; yo no lo podía creer a pesar de que una joven facultativa, con gafas grandes, suavecita como Platero, ordenaba el Ingreso. Ordenó además que inyectaran a tu mamá para que vuestros pulmones crecieran rápido, a la velocidad de la luz.
Una jeringuilla llevó entonces el precioso líquido hasta tus pulmones, por si se presentaba la necesidad extraordinaria de que “mis niños” vinieran a este mundo con Siete Meses, apurados por la necesidad de buscar espacio, más espacio. No dormimos esa noche. Ninguno de los cuatro. A la mañana siguiente se aclararon las cosas con la misma doctora de las gafas grandes. Nos dijo que tú estabas colocado para salir, que tu hermana Lucía, siendo unos centímetros más grande, estaba situada más arriba y no tenía tanta diligencia. Nos llevaron a la sala de ecografías para verte entonces en tercera dimensión, o en cuarta, no sé bien. Vi tus labios esta vez, tu nariz, tus cejas, tus ojitos dormidos. Me pareció ver una fotografía de antaño en la que aparecía yo con pantalones cortos y zapatos raspados, sonriéndole a la vida que nos habían ofrecido tus abuelos en medio de una revolución stalinista. Te vi y me vi.
Como mismo vi a Lucía antes.
Sin embargo, me faltabas tú.
No te apures, Marc. Ya todo está hecho para esperar la paz. Ya no hay revoluciones embusteras aquí donde vivo, aquí donde te tocará nacer. He venido hasta este lugar para eso, para que la prisa tenga sentido si es que llega; si acaso, alguna vez, tuviera que llegar. Estamos ahora los cuatro en la montaña mágica, dejando pasar el tiempo en la cama de un hospital, pero no es un hospital cualquiera. Esto se llama Can Ruti y es una sierra desde donde se ve el Mediterráneo; desde donde se puede detener el tiempo. Te esperamos, mi amor, no corras todavía.